Nada salió como yo quería.

Llegué tarde, perdí el autobús. Timing ajustado: preparamos aprisa los avituallamientos. Nos quedaron cosas por ordenar. Dormí poco; pero salimos tarde del hotel. Terminamos con los avituallamientos. Poco tiempo para prepararnos, estrés antes de empezar. Olas al dar vuelta a la Meda Gran: no nos dejan atravesar el freo. Pasamos entre los Tascons: más resaca que olas, fuerte corriente. Gafas empañadas, persistentemente. Me duele el hombro izquierdo, un poco. Joan compró Isostar de limón, prefiero el de naranja. Más olas en la playa de Pals…

View this post on Instagram

Let's go! #OncoSwim 2017 @oncolligagi

A post shared by Radikal Swim (@radikalswim) on

Intento positivizarlo. Cuatro quilómetros ya. Como suelo, me tomo las horas que tengo por delante a modo de macrosesión de tecnificación: ¿llevas bien la brazada?; codo alto, no cruces el brazo. No levantes la cabeza, no bajes tanto la cabeza. Respira también por la izquierda. Sincronízate con las olas. Observo a Marc, que va a mi lado: ¿por qué en la tracción no gira la mano? Yo soy incapaz de no hacerlo. Brazada derecha, brazada derecha, brazada derecha, luego ya te fijarás en la izquierda…

Pero diez horas, a cincuentaicinco brazadas por minuto, dan para treinta mil. No en todas vas a pensar en la posición correcta de la mano, del codo, de la cabeza. La cabeza, que va por su cuenta. Y piensa en cómo volveré a L’Estartit a recuperar el coche; en el trabajo que tengo que hacer el lunes; en la ropa que dejé en casa sin planchar; en ese problema que a menudo no me deja dormir. Y el hombro izquierdo: parece que a mi cabeza le molesta más que a mí. ¿Y si dentro de un rato duele más, mucho más, insoportablemente más? El nubarrón negro se ha instalado en su rincón, cada pocas brazadas llueven problemas que riegan las dudas sembradas. Enemigos formidables, el mar y la mente: lucho para avanzar, para mantenerme a flote, para vencer los pensamientos negativos. Y empiezo a escribir este post; tal vez con muchas ideas logre que rebosen y expulsen a la nube.

Pero llevo cinco horas nadando, y hace una que sé que no llegaré a las diez; ni a las nueve. Sé que aguantaré poco. Entonces, ¿por qué seguir? Abandonar en dos horas o ahora, ¿qué diferencia hay? Abandonar o abandonar, ¿qué diferencia hay?, me repito. Podría atravesar Begur y llegar a donde el año pasado. No te rindas, no te rindas, ¡no te rindas! Pero no me apetece nadar más.

No encuentro razones para seguir. O no son tan fuertes como la abulia, que se ha instalado en apenas treinta minutos, la distancia entre dos avituallamientos. En seguida toca el siguiente. Me voy a parar, estoy cansado. Ahí está la barca, esperándonos. Las olas juguetean contra el casco, se ríen de mí. Últimos veinte metros, diez metros, tres. El patrón (Marc, también) se inclina hacia mí. Bajo los brazos, me apoyo en la borda, abro la boca. No para pedir agua, para rendirme. Pero es Marc quien habla. No le he entendido. Me saco las gafas porque a veces parece que, si no vemos, no oímos bien, no comprendemos.

_ Nos evacuan – dice, o algo así -, hay muchas olas.

Es cierto. Estamos a un quilómetro del cabo de Begur y hay mala mar: diría que olas de metro y medio, más el típico efecto lavadora habitual de la zona. La organización, con buen criterio(*), nos saca del agua.

Cabizbajos, damos una vuelta por la zona para ver si podemos ayudar a las barcas más pequeñas. Finalmente no hace falta. Cruzamos el cabo, yo achicando agua con una botella de Isostar vacía: refinada metáfora de las últimas horas. A la altura de Aiguablava nos dicen que podemos volver al agua, si queremos. El VHF echa humo. ¿Queremos?

De momento, no. Iremos a Tamariu a descansar del vaivén de las olas. Pensaremos qué hacer. Decidiremos ir en la barca hasta Formigues, y nadaremos otra hora de vuelta hasta Calella. Se me hace muy largo. Mucho. Me concentro en vigilar que no nos atropelle ninguna lancha, y aprovecho para terminar el post. Intento mantener al nubarrón a raya. Como tantas veces, no lo consigo.

Hemos llegado, habiendo nadado seis horas, acaso quince quilómetros. No estoy contento, nada contento: expectativas incumplidas. ¿Fracaso? En absoluto. Pero la pregunta ya está hecha: ¿tengo madera de ultrafondista? Parece que no. No mientras mi cabeza esté en otro sitio.

Uno siempre necesita un puerto de refugio. Tamariu fue el nuestro. (Foto por el autor)

 


¡Una cosa si salió bien!: pasé un par de días agradables con amigos, con gente que disfruta en el agua como yo. Y la foto más importante del día:

Gracias a todos los que la han hecho posible, y en especial a Oncolliga y RadikalSwim por la organización.

 

(*) Excepto un par de equipos a los que no pude identificar, que pasaron el cabo antes de que el mar se descontrolara; y el equipo de los cracks, Women at King, a los que dejaron (también con buen criterio) que se pelearan con las olas en ese tramo.


¿Te ha gustado el artículo? Pásate por mi twitter para estar al tanto de los que voy publicando.

 

Anuncio publicitario

13 respuestas a “Oncoswim rima con introspección

  1. Bruno hacerlo sin neopreno como tu lo hiciste tiene 10.000 veces más mérito!! Claro q tienes madera d ultrafondista! Eres un peazo crak y un ejemplo a seguir! A por el próximo reto!! 💪🏼🏊🏼

    Me gusta

  2. Bruno, enhorabona! Res va ser fàcil i hi ha reptes que no surten ni a la primera, ni a la segona ni potser a la tercera. Pero cal seguir provant fins que surtin. I la força mental arriba, al final arriba. Aquest any cal entrenar-nos també en això! A vegades ho deixem tot en mans d’una bona preparació física i ens adonem que no es suficient. Cal entrenar la ment també! Repeteixo, Moltes Felicitats! No va ser fàcil!

    Me gusta

Responder a Pablo Cancelar la respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s