Nótese el “travesía EN el pantano” del título, y no “travesía DEL pantano”. Y es que la travesía se nada no a lo largo del pantano de Sant Llorenç (que no llega a los 3 km de longitud), sino en un circuito marcado con boyas justo delante del pueblo de Sant Llorenç de Montgai.
Hay que empezar diciendo que esto no son Marnatones ni similares: las travesías de los clubes de natación tienen una organización sencilla y 100% amateur, que no mala. Son baratas (supongo que lo justo para cubrir costes) y accesibles a todos. Y su principal objetivo es sacar a los chavales de la piscina, que se diviertan y que le cojan gusto a las aguas abiertas. Las hay a decenas durante todo el verano; como la de Calella, que también reseñé justo hace un año. Si lo que quieres es lucir tu nuevísimo neopreno hi-tech, o que todos vean lo bien que queda tu nombre recién serigrafiado en el mono de triatleta, entonces te has equivocado de sitio. Y aún oyes a gente que se queja, “es que ni una camiseta regalan”… Por contra, el nivel es enorme, ¡nada más competitivo que un grupo de adolescentes con ganas de medir sus fuerzas!
Pero me estoy yendo por las ramas…
Esta travesía la organiza el Club Esportiu Natació Balaguer. Poco más de 200 personas nos reunimos para nadar alguna de las cuatro pruebas programadas:
- Una de 250 m para los más pequeños (a destacar los 12 participantes de solo 9 años de edad)
- Una de 1.100 m (desde 12 años a másters)
- La general, de 3.200 m
- Para los más atrevidos, la Pantathó de 7.000 m

Y aquí está la explicación del circuito de boyas: sin necesidad de mucha infraestructura tienes a todos los nadadores localizados, en un brazo de agua de apenas 500 metros; y puedes programar cualquier distancia combinando boyas.



Un circuito también facilita la seguridad: con 4 kayaks, una lanchita de los bomberos, otra de agentes rurales, y una barca de remos de las de paseo por el estanque del Retiro, para los árbitros, se cubría de sobras todo el perímetro. Más aún si lo que tienes de hecho es una piscina natural (¡hay más olas en la piscina, cuando nadas al lado de las calles donde entrenan los chavales!)



Todas las salidas fueron desde el agua: nadadores en línea por detrás de la barca de los árbitros; un pitido y ¡a nadar! La de la Pantathó y la de 3.200 m fueron conjuntas, a las 11.45h. (¿Alguna vez has nadado una travesía a la hora del aperitivo?). Antes de echarnos al agua, los árbitros pasaron lista; esto lo puedes hacer cuando solo tienes una veintena de inscritos en la 7K y una cincuentena en la general. Suerte, no obstante, que a esas horas ya hacía calor, porque a las 9 de la mañana había solo 10ºC.


El ser tan poca gente le quita algo de épica a la cosa: no te dan patadas, nadie te hunde, el barullo de la salida dura pocos metros… Lo que no significa encontrar agua clara: al contrario, estaba muy turbia, apenas te veías la mano al final del brazo. Pero no sucia ni con arena en suspensión como en el mar; no era desagradable nadar. No sé cuán abajo estaba el fondo: ¿2 metros, 10 metros, 50 metros?; recuerdo no haberme preocupado por ello en absoluto. Y no había algas, como sí las había en el río.
A la llegada vi que solo éramos 16; mientras nadaba me pareció ver a un par por detrás de mí que debieron abandonar, pero no estoy seguro. Y esperando que llegaran el resto de participantes (ja ja ja), pude analizar cómo había nadado. Es una de las cosas buenas de un circuito: si pasas frente al arco de meta en cada vuelta, puedes echar un ojo al cronómetro. Pongamos que haces 31’15’’, 32’15’’, 34’00’’ y 36’13’’ (¿cómo puedo acordarme de esto y descontarme tras 6 largos en la piscina?): es evidente que en la cuarta vuelta pinché (la debacle comenzó en los últimos 300 metros de la tercera). Se me ocurren tres razones:
- Solo llevaba una semana entrenando después del parón (total) en agosto
- Falta de avituallamientos (no los había)
- El viento en contra

En efecto, parte (pequeña) de la culpa la puedo achacar a que en la tercera vuelta se levantó un viento fuerte que rizó el agua con unas olas de apenas 15 cm de altura, pero muy seguidas, muy incómodas cuando nadabas contra el viento. Nada que ver con nadar en el mar con las olas de frente (cosa que a mí me encanta), cuando puedes acompasar la brazada a las subidas y bajadas, o incluso atravesar alguna ola; esto era como si te dieran cachetes cada vez que sacabas la cabeza para respirar.

En fin, una travesía 100% recomendable y diferente a cualquier otra: por el sitio, la hora, el agua plana; porque hay muy poca gente; por la cura de humildad que supone por lo que aprendes… Y, por qué no decirlo, por el precio: la inscripción cuesta solo 23 euros (¡y 11 euros la de 3.200 m!).
Ficha técnica
- Fecha: 10-09-2017
- Distancia: 7.000 m
- Recorrido: Circuito de boyas en el pantano de Sant Llorenç
- Hora de salida: 11.45h
- Tiempo límite: 1 hora desde la llegada del ganador
- Temperatura del agua: 20ºC
- Viento: Nada al principio, fuerte los últimos 45 minutos
- Olas: Agua totalmente plana al principio, rizada los últimos 45 minutos
- Nº inscritos: 21
- Terminaron: 16
- Neopreno no permitido
Lo mejor
- Una travesía a las 11.45h
- El agua totalmente plana (la primera hora)
- El entorno: se siente uno en la versión miniatura de Monument Valley

Lo peor
- Dar 4 vueltas a un circuito
- Que te doblen los 4 primeros justo antes de terminar la tercera vuelta
- Llegar el último


(Todas las imágenes por el autor, excepto el plano del recorrido, realizado por el CEN Balaguer. Fotos hechas por los organizadores pueden verse aquí. También me ha gustado esta crónica «desde dentro» de Robert Mayoral, de la 1.1K y la 3.2K.)
Y tú, ¿has nadado alguna vez esta travesía? ¿Te gustaría hacerlo?
2.13.43
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si tu has sido el último, vaya maquinas todos!!!
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Ya ves! Nunca me había planteado como objetivo «no llegar último». A partir de ahora habrá que hacerlo…
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