Empieza a ser tradición celebrar la navidad con una sesión de 100×100. ¡Qué club no organiza el suyo! Siempre he sospechado que es una versión especular del Carnaval: machacarse en la piscina para poder comer durante las fiestas como si no hubiera un mañana. Por eso nos gusta tanto. Lo ideal sería hacer uno ahora y otro el 8 de enero; y pesarse antes de empezar cada uno.
En Radikal Swim somos un club millenial: no tenemos piscina en propiedad; podemos «alquilar» la que más nos conviene. Y la del BISC es una de las mejores de Barcelona: agua salada, a temperatura ambiente, y con salida directa al mar. (Es cierto que suele oler mal, y a veces hay plásticos – incluso troncos de árbol o alguna rata muerta -; pero peor es el cloro…). Y cada largo son 200 metros (más otros 200 si nos dejan los del wake board; mmm, se me ocurre alguna que otra idea…).
En fin, que el pasado sábado hicimos nuestros 10 km versión Radikal; esto es, 25×400 dando vueltas a las columnas del BISC.
No tuvo mucha historia. Nos juntamos una veintena de Radikals, a las 8.30h. A esa hora hacía fresquito para corretear por la calle en bañador, pero el sol terminó calentándonos bastante. El agua, tozuda, se mantuvo todo el rato a menos de 16ºC.

Nos lanzamos al agua sin orden ni concierto, sin bocinazo de salida y con poca solemnidad – uno no está para minucias cuando el viento muerde. Gerard, Sandra y Pepe cumplieron. Maria, Íngrid i Marc alcanzaron entre 20 y 22 series. El resto hicimos lo que pudimos. Servidor de ustedes se quedó en unos paupérrimos 3.200 metros, que me sirven de lección; de lecciones, más bien, varias, a saber:
- Si te parece que has entrenado poco, probablemente hayas entrenado poco; ¡10 km en el mar no son para tomárselos a la ligera!
- Cenar poco y mal la noche anterior no es buena idea: un frankfurt con patatas fritas y una cerveza no son el modelo de cena ideal
- Y si encima desayunas poco y rápido… Esa sí es la buena receta para el desastre
- Todo ello se multiplica en agua fría: los músculos que se contraen hacen que te canses antes, y que nades más lento (y por tanto, más rato); y el cuerpo tiene que quemar más calorías para contrarrestar el frío, por lo que necesita más combustible. Cansado, hambriento, y de mal humor pensando en todas las cosas que has hecho mal, no estarás dispuesto a aguantar el frío mucho rato
- Y cuando crees que estás suficientemente aclimatado al agua fría, el Sr. Invierno te da un bofetón para que te des cuenta del camino que aún queda por recorrer…

Hay otras lecciones a aprender; son básicamente de logística, y aquí viene lo realmente interesante. Porque el entrenamiento se convirtió en una excelente clase de preparación para futuras travesías largas.
La preparación
Un 100×100 en piscina es simple: dejas tus cosas al borde del agua, y las coges a medida que las necesitas. Lo más difícil es aguantarte el pipí hasta el próximo descanso.
Pero ¿y si no hay borde, ni siquiera piscina? Entonces hay que prepararlo todo bien. Casi como si fuera una travesía. Y ahí viene lo interesante: además del entrenamiento físico, es una buena manera de probar qué cosas funcionan (y cuáles no) en cuanto a logística:
- Qué vas a necesitar
- Dónde vas a dejar las cosas
- Cómo vas a acceder a ellas
- Qué pasa si no haces pie: ¿cómo vas a pelar un plátano, con las manos entumecidas mientras intentas flotar tras dos horas nadando?
- Y otras muchas cuestiones que no se te van a ocurrir hasta que no te encuentras metido en faena
Ya vendí hace tiempo unos cuantos consejos (algunos de los cuales para mí no tengo) sobre cómo preparar una travesía de larga distancia, aquí. Hoy lo hago en forma de escarmiento: ejemplos prácticos de cómo una mala planificación puede echar al traste tus esfuerzos.

Mis errores
Velocidad optimista
Nunca insistiré suficiente en cuán importante es conocer tus tiempos de nado, a qué ritmos corresponden, y cuánto rato puedes mantenerlos.
En una travesía larga, tu velocidad óptima resultará ser bastante diferente de tu velocidad optimista. Es increíble lo rápido que unos 1’30’’ en piscina corta se convierten en 1’55’’ en el mar: sin paredes en que impulsarte; las olas que te hacen ir como un corcho de un lado para otro; y el frío que se mete hasta el tuétano.
Al preparar una travesía, el tiempo es muy importante. Sobre todo en aquellas en que las mareas o la luz del sol van a definir las horas de salida y llegada. Imagina que vas a nadar 15 km; crees que tardarás 4 horas porque irás a 1’36’’ los 100; pero finalmente lo haces a 1’55’’, lo que supone 50 minutos más (y eso sin contar las paradas que hagas). Ese tiempo adicional en el agua generará una cascada de consecuencias:
- Necesitas más avituallamientos
- Estarás más cansado
- Tendrás más frío
- Llegarás más tarde; puede incluso que se te haga de noche; ¿y si en esa hora la marea cambia y su corriente te impide terminar la travesía? (ese es, por ejemplo, uno de los peligros del canal de la Mancha – pero esto lo dejo para un futuro artículo)
- Tus acompañantes también tendrán que estar más tiempo en la barca o el kayak
Por tanto es importante predecir de manera realista la velocidad de nado, y la duración de la travesía. Si en el último post estaba orgulloso de mis 10 km a 1’30’’, el sábado caí hasta unos lentísimos 1’55’’… ¡nadando solo una hora! Mi previsión, no obstante, se había acercado bastante: había sido de 1’50’’, para un total de 3h 12min – pero aún así había sido optimista.

Distancia teórica vs. distancia real
Hay un par de verdades incontrovertibles:
- Velocidad igual a espacio partido tiempo
- El GPS te dice que has tardado 2 horas en hacer 7 km
Pero eso te sirve de poco antes de empezar. Tú lo que necesitas saber es cuánto tardarás en ir de aquí a allí; de verdad, no usando fórmulas de física del bachillerato. Porque esto es lo que pasa:
- Mides en Google Maps la distancia de A a B; digamos que 3 km
- En la piscina haces esos 3.000 m nadando a 1’34’’ los 100 m; tardas 47 minutos
- A esa velocidad, en el mar le correspondería un tiempo de 48min 57seg (¡2 minutos más!; he usado la tabla de conversión que expliqué aquí); esto son 1’38’’ los 100 m
- (Pero recuerda no caer en el error de la velocidad optimista del punto anterior)
- Bien: sales a nadar, desde A; cuando llegas a B, el crono marca ¡57 minutos!! Esto son 1’54’’ los 100 m ¿Qué pasó? Varias cosas, y ninguna es culpa tuya, no te desmoralices:
- Las olas
- Una corriente imperceptible
- El agua fría
- No tenías a nadie a quien usar para hacer drafting
- Y además resulta que tu GPS marca 3.400 m. Es decir, fuiste haciendo eses y en realidad has nadado a 1’41’’ los 100 m
Este último punto es el importante. Porque en tu próxima travesía volverás a hacer eses; y en la próxima, y en la siguiente también. Desengáñate: has nadado de A a B a 1’54’’. Cuando planifiques una travesía, esa es la velocidad que debes tener en cuenta.
Siempre digo que, en el mar, no hay que obsesionarse con los tiempos. Mejor nadar sin reloj. Menos cuando hagas este tipo de pruebas, para controlarte el tiempo en distancias conocidas.
Y más que en un GPS, invierte en una brújula interna. Es decir, practica la orientación. Si la travesía son 3K, mejor nadar 3.100 que 3.400; ganarás 5 minutos al crono. (Por suerte esto no me suele pasar. Modestia aparte, me oriento muy bien; por eso escribí este artículo sobre orientación – y este párrafo me sirve para darle publicidad ;P .)

Avituallamientos
Para mí, los avituallamientos sirven tanto para echar combustible al cuerpo, como para activar la mente.
Me explico. Cuando tienes unas cuantas horas por delante, es mejor subdividir la travesía en pequeños tramos: llegar al siguiente será más fácil. Por eso soy partidario de parar cada 20 minutos, 30 como mucho. Pensar que te queda solo un rato para descansar, ni que sea medio minuto, lo hace más llevadero. Pero claro, la recompensa por llegar a esa meta volante tiene que valer la pena: si además de cansado y con frío, estás pensando en ese mejunje sano, pero rancio, que llevas en la botella… Los dátiles son puro carbohidrato, van genial para dar energía; pero si te los comes con una mueca de disgusto… ¡Mucho mejor un poco de chocolate, que te alegrará el espíritu! Y ya sabemos que, en travesías largas, la cabeza cuenta tanto o más que el cuerpo.
Si el avituallamiento no sale como habías previsto en tu imaginación – por la razón que sea -, es fácil enfadarse, desmoralizarse, y nadar con un nubarrón negro por encima.
Algunos errores a evitar – yo los he sufrido en mis carnes:
- Dejar que otros hagan las mezclas por ti; cuando vas a beber, resulta que el Isostar es de limón en lugar de naranja
- Etiquetar mal los paquetes de comida, y que te den la barrita de cereales de un compañero (que por supuesto no te gustará)
- La fiambrera con frutos secos se llena de agua, dejándolos incomibles
- Meter todo en una bolsa gigante, sin orden alguno; ¿cómo le vas a pedir a tu kayakista que rebusque lo que te apetece en cada momento? Mucho mejor usar una caja, con cajitas más pequeñas ordenadas dentro, y etiquetadas
El consejo más genérico es «Visualiza la situación», hazte la película de un avituallamiento:
- Cómo te darán la botella (o la comida)
- Cómo la cogerás
- Cómo comerás y beberás (ten en cuenta que estás dando pies para flotar, al menos una mano la tendrás ocupada, y es probable que haya olas): ¿se mojará la comida, se llenará de agua de mar el vaso?
- Cómo devolverás las cosas a la barca (y sobre todo los envoltorios, en el caso de un gel o una barrita de cereales)
- Cómo tu equipo distinguirá todo: comida, bebida, medicinas, material de repuesto… ¿Está todo separado, etiquetado, es accesible fácilmente? ¿Es fácil volver a meter en su sitio las cosas? (a veces las estibamos tan bien que, una vez fuera, es imposible volver a meterlas dentro: piensa en una maleta con la ropa bien doblada, deshacerla y tener que volver a hacerla dentro de una pequeña barca movida por las olas…)
Hasta que alguien no me muestre un método mejor, para mí lo ideal es usar un cazamariposas o similar para la comida; y para la bebida, simplemente atar la botella con un cabo y que te la lancen al lado (¡no a la cabeza!); todo partiendo de la base de que, tal y como indican las reglas de una buena maratón a nado, en ningún momento vas a tocar la barca.
El método de la botella con un cabo es el que uso cuando no hay barca: la ato a la boya, y la voy remolcando.
En fin, con estas y otras ideas en la cabeza, preparé el 25×400 del pasado sábado, a conciencia. Pero me confié: he estado dos años nadando en el BISC, me lo conozco al dedillo, y pese a ello fallé en algunas cosas de logística… Estas:
Avituallamiento incómodo
Todos metimos nuestros avituallamientos en la boya. Dejarla junto a la pared, donde terminaba cada vuelta, fue una mala idea: había que subirse a una roca para hacer pie allí. Era incómodo, poco práctico y peligroso. De hecho después del primer avituallamiento dejé de hacerlo (y no avituallarme porque me daba palo fue una de las razones de querer terminar pronto).
La mayoría dejaron las boyas en la última columna, a unos 15 metros de la llegada, en una zona donde sí se hace pie; allí pudieron avituallarse tranquilamente, y a la postre se demostró una mejor idea.
Además, como el agua estaba fresca, llevé un termo con té caliente. Beber suponía destapar el termo, echar el té en el vaso que hace de tapa del termo, beber a sorbitos con el meñique en alto, volver a tapar el termo, dejarlo de pie en la boya… ¡Imposible de hacer con las manos temblando!
Llevar una única botella
(En mi caso, un termo.) Pueden pasar mil cosas:
- Que la pierdas
- Que entre agua salada
- Que se vierta el contenido
- Que en un momento dado te apetezca otra cosa
- Que sea poco práctica de usar
Mejor tener alternativas. Además del termo, tenía que haber llevado una simple botella con Isostar, y dejarla colgando de la boya con un cabo.
Recipientes estancos
Botellas y recipientes con comida es probable que terminen en el agua. Si no son estancos, el contenido se echa a perder.
Con la primera ola, mi boya-donut dio la vuelta y se remojaron las nueces y el jengibre. El termo lo pude salvar, pero solo porque me di cuenta al momento.
Además conviene llevar raciones individuales (o al menos pequeñas): son más fáciles de manipular, y en caso de que se mojen solo perderás una parte.
Bebida caliente
Llevar bebida caliente es muy útil cuando el agua está fresca. Pero no hace falta que esté a 80ºC, no estás en un salón de té: mejor algo más frío, pero que puedas beber de un trago sin escaldarte el esófago.
Un té calentito cada dos vueltas me habría ayudado a aguantar más. ¿De qué sirve tenerlo, si está tan caliente que no lo puedes beber?
Après-swim
En la barca (en este caso, en tierra) hay que llevar una toalla, ropa de abrigo, comida y bebida, todo en una bolsa impermeable. Lo necesitarás en caso de que no termines la travesía y te saquen a la mitad; o si terminas antes que otros y tienes que esperarlos.
Además la bolsa debería ser de un tamaño adecuado para llevarlo todo con holgura. Y, si es posible, con compartimentos para llevar las cosas ordenadas: comida, bebida, botiquín, gafas de repuesto, vaselina, tapones…
Esta parte de los deberes sí la había hecho, y pude esperar tranquilamente, seco y abrigado, a que los demás fueran terminando. Luego terminé de recuperarme en la sauna, ¡donde pasé casi tanto tiempo como nadando!
(Todas las imágenes, por el autor.)
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Una respuesta a “Entrenamiento de logística para travesías largas, con Radikal Swim”