En estas semanas de verano pandemial se hace un poco cuesta arriba salir de la ciudad para ir a nadar, porque no puedes estar seguro de lo que vas a encontrar en cada playa. Bueno, una cosa sí: restricciones de acceso. Y eso es lo que da pereza. Sobre todo cuando lees que hay gente [pon aquí tu adjetivo] que hace dos horas de cola para acceder a la arena.
Este post descuidado también es un poco reflejo de tal flojera…
Uno de los pocos sitios por los que he pasado ha sido L’Escala, sabiendo que, en última instancia, al lado están las kilométricas playas del golfo de Roses, donde es difícil encontrar aglomeraciones.

En la Costa Brava, la mayoría de los pueblos tienen playas pequeñas; has de ser un poco aventurero si quieres nadar un buen rato (sin hacer largos en paralelo a la arena, se entiende). Las Vies Braves son una excelente iniciativa para hacerlo con seguridad. Pese a que este año 2020 el proyecto ha bajado la persiana, algunos ayuntamientos con buen criterio han decidido mantener algunas zonas balizadas para el baño: L’Escala, Lloret o Platja d’Aro, entre otros. En L’Escala, precisamente, puedes hacer una tirada larga sin salir del casco urbano. ¿Me acompañas?
Dónde está
L’Escala está a unos 150 km al norte de Barcelona, al final del extremo norte de la parte central de la Costa Brava. Justo allí empieza el golfo de Roses, un arenal de 15 km que da paso al cabo de Creus y sus fantásticas calas de roca negra.

Recorrido
El pueblo tiene cinco y media playitas urbanas desde las que tirarte al agua. En el resto del término municipal hay unas cuantas más. Yo hice el recorrido saliendo desde la de Riells, la más grande y la que está más al sur. Desde allí hasta la playa del Rec del Molí hay unos 3.100 metros, y todo el recorrido se puede seguir andando desde las calles al borde del mar.
Lógicamente, todas las playas tienen sus boyas marcando la zona de baño. La parte buena es que también hay boyas entre ellas.


Empezamos, pues, en la playa de Riells. Andando, no nadando, puesto que es una de esas playas en las que el agua te llega a la rodilla hasta que estás a medio camino de las boyas. A la derecha dejamos el espigón del puerto, donde seguro que tenemos que reñir a alguno por pescar con caña donde no toca, cuando no toca.

Atravesamos la playa y, girando a la derecha, seguimos en paralelo al paseo marítimo. Poco antes de la Punta de l’Olla llegamos al casco antiguo del pueblo. Al doblar la punta llevaremos nadados unos 1.600 metros. Un poco antes habremos dejado atrás una pequeñísima playita de cantos rodados, que queda justo al final de la avenida Ave Maria, y a la que se accede por unas escaleras.





Justo en la Punta de l’Olla encontramos otra pequeña playa, la de Port d’En Perris, también de cantos rodados.
Y justo después, la playa estrella de L’Escala, «La Platja» (así, por antonomasia, sin adjetivos), en pleno casco antiguo, con arena fina y vistas a la Roca del Cargol, un islote que dista 225 metros de la playa. Este pequeño brazo de mar es la prueba fehaciente de que, en la mayoría de las calas de la Costa Brava, las boyas que señalizan las zonas de baño están a bastante menos distancia de la que marca la ley. Y precisamente en esa parte no es nada aconsejable nadar por fuera de las boyas, porque es zona de fondeo de embarcaciones de recreo, esa lacra.




Tras La Platja nos encontraremos un par de playitas más, de cantos rodados: Mar d’En Manassa y la Creu, con unas pequeñas gradas y los típicos llaguts de pesca que harán las delicias de cualquier instagrammer que se precie. Y no hay que olvidarse de añadir la etiqueta #pintoresco. Porque citar a Pla tal vez sea demasiado esnob:
Hace cincuenta años las barcas de pesca se construían largas y estrechas, ligeras y afiladas. Era la época de la vela y sobre todo la del remo, que aconsejaba poca madera y eliminar resistencias. Ahora, con los motores, se construyen barcas anchas, de amplio pecho, de popa burguesa y asegurada. En las calas estrechas, encogidas y montuosas, las barcas estrechas pueden tener una cierta gracia; aquí, ante este paisaje de líneas tan largas, de cielo tan dilatado, de mar tan despejado, las formas actuales de las barcas parecen más ligadas armónicamente con el paisaje.


Para Pla, hace cincuenta años es hace ciento treinta años; pero me estoy yendo por las ramas. Finalmente llegamos a la playa del Rec del Molí. Si la atravesamos, veremos que en el extremo por donde venimos desemboca una riera. Esto hace que de vez en cuando la calidad del agua allí no sea la mejor — por mucho que el Ayuntamiento se empeñe.

Aquí termino el recorrido. Podemos pasar unas rocas y llegar a la playa del Portitxol, y después Les Muscleres (frente a las ruinas griegas de Empúries), y la del Moll Grec, más allá de la cual ya encontramos el arenal de Sant Pere Pescador, dominio de los windsurf y los kite surf.

Y como hemos llegado a buen puerto, termino el post al lado de donde hemos empezado, en el puerto de L’Escala, donde no se puede nadar pero que bien vale una visita.
(Imágenes: por el autor, excepto en las que se indique que son de la Oficina de Turismo de L’Escala.)
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