«El nadador de aguas abiertas» es un libro escrito por el periodista Adam Martín Skilton. Hoy me pongo el traje de crítico literario, y voy a reseñarlo. Brevemente, no vaya a ser la crítica más larga que el libro.

Se trata de una novela corta, cortísima; o más bien un cuento largo. El cuento, ese género tantas veces considerado menor pero que permite hilvanar historias al grano y sin concesiones; como la de Nil, el protagonista: ¿crees que pasas una mala racha? Él se queda, en apenas tres párrafos, sin trabajo, sin mujer, y sin madre. Y toma plena conciencia de que es un tipo del montón – gris y pusilánime es como se ve a sí mismo. Decide sacarse una espinita que lleva arrastrando toda su vida: tiene que aprender a nadar; y debe de ser en el mar. Como dirá más tarde su entrenador: «Las lágrimas son saladas, como el mar; no puede ser coincidencia» – aunque yo prefiero la variante de Karen Blixen:
La cura para todo es siempre agua salada: sudor, lágrimas o el mar.
Nosotros ya somos nadadores talluditos, pero aún así te sentirás identificado con los primeros pasos de Nil, sus primeras brazadas: los inicios difíciles, una rápida mejora, la alegría de ver cumplidos tus objetivos… Porque el cuento no va tanto de una tardía crisis de los cuarenta, como de no conformarse, de aprender siempre algo nuevo, de ser capaz de dar una brazada más – ni que sea metafórica -; aunque en algún punto te hayas planteado rendirte.
Todo esto nos lo enseñan dos de los personajes principales: Nil, nadador advenedizo que cree que podrá purgar en el mar sus inseguridades. Y su profesor (¿monitor, entrenador?, coach en el sentido posmoderno del término), el tópico exatleta venido a menos, lastrado aquí por una culpa terrible imposible de expiar. Él se convertirá en el Pepito Grillo de Nil, un señor Miyagi de la natación, filósofo a tiempo parcial que cita a Goethe. Carácter opuesto y contrapuesto al de Nil, sobre sus hombros de morsa recae la responsabilidad de agitar la conciencia del alumno, y la del lector.
Como en todo cuento que se precie, no pueden faltar un par de momentos puñetazo-en-el-estómago. Ambos suceden, cómo no, al borde del agua. Y no sudé a leer esos pasajes, pero no negaré que un par de lagrimillas asomaron. (Sentimental que es uno. O tal vez por sentirme identificado con la situación, como seguro le pasará a más de uno. Y es que la vida de Nil se parece a mía – y puede que a la tuya – en algún sentido, aunque cueste reconocerlo: como buen cuento, es universal.)

Y el mar, siempre presente, indomable y caprichoso, terrible cuando quiere. Se adivina que el autor lo quiere y lo respeta, y ha querido convertirlo en el tercer protagonista. En eso el título no engaña, y el cuento está trufado de concesiones a los que nadamos – a veces demasiado evidentes para mi gusto, y que chirrían un poco con la parte más lírica (que no meliflua, ni cursi) de la historia.
Historia, en fin, real como la vida misma. No esperes descripciones de la Costa Brava a lo Josep Pla; ni retransmisiones apasionantes de travesías; tampoco grandes aventuras pasadas por agua. Simplemente (¡y no es poco!) las emociones que envuelven un episodio insignificante en la vida de dos tipos insignificantes. El triunfo del autor es hacer que te importe; y que celebres su final consecuente, sin épica.
Como reza el subtítulo del libro: «El secreto de la felicidad está en esta brazada». Y es que la verdadera épica es dar una brazada más y comprobar que la vida, cuando pones de tu parte, te sonríe.
«El nadador de aguas abiertas», de Adam Martín Skilton
Editorial Comanegra
104 páginas
Versiones en catalán y castellano.
En los enlaces, los editores tienen la cortesía de dejarte leer las primeras 15 páginas.
(Imagen de portada por B. van der Kraan, libre de licencia, obtenida en Unsplash.)
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Hola Bruno,
Primero decir, que me gusta tu blog en cuanto a contenido. Además se nota que eres un buen nadador, apasionado y conocedor del mar.
El libro en cuestión me tienta porque para mi el mar es una analogía de la vida. Es un nuevo reto al cual te enfrentas constantemente.
Siempre hay que estar preparado nunca sabes lo que puede suceder. A veces solo has de deslizarte suavemente y sentir como el mar te envuelve y mece a la vez. Esa sensación de sentir el agua y su energía en tu piel (sin neopreno).
En otro momento, habrás de luchar o nadar enérgicamente con fuerza pero siempre deberás de tener una reserva para no dejarte engullir por el y volver.
Yo he empezado de mayor, este verano hice boyas y este invierno entreno para hacerme 1,5 km y algo más . Soy afortunada porque tengo un buen entrenador y mi club tiene salida al mar (Playa Somorrostro).
Por supuesto, no estoy a tu nivel. Soy una modesta principianta que ha descubierto el mar de mayor. Me ha enganchado y espero consegirlo con técnica, entrenamiento y perseverancia.
Creo que el comentario es un poco largo.
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Hola Teresa. Gracias por tu comentario, que no es largo en absoluto. Me alegro de que te guste el blog. Y también de que hayas descubierto el placer de nadar en el mar; nunca es tarde, y todos hemos empezado desde abajo.
Entrenando todo el invierno, en verano puedes encontrar un montón de travesías de entre 1500 y 2500 m que seguro podrás hacer. Búscalas a partir de mayo en la web de la federación: https://www.aquatics.cat/AAOO/calendari
Por lo que escribes, creo que deberías leer el libro. El entrenador filósofo también dice: «El mar es el mar, la vida es la vida». Pero eso tal vez lo decidas tú, en un sentido u otro, después de leerlo.
¡Ánimo y adelante!
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Hola Bruno,
Finalmente, leí el libro o el relato.
Respecto a la afirmacion, de Walrus «El mar es el mar y la vida es la vida», yo discrepo. Además, viniendo de él me sorprende ya que el mar le arrebato lo más importante de su vida, su hija. Por tanto, » las lágrimas son saladas como el mar» . No puede ser una coincidencia.
En mi opinión el mar es como la vida, las brazadas son solo tuyas, tu decides tu eliges. Tu estado mental ha de ser positivo y te has de sentirte bien, eso te ayuda.
En ocasiones, es imposible controlar el oleaje, el viento. En la vida hay situaciones adversas que nos suceden y nada podemos hacer salvo aceptarlas y actuar con sensatez y buen juicio, como lo que vivimos en el momento actual.
En lo que hace referencia al nadador, sólo tengo en común que he descubierto el mar de mayor y me ha enganchado. Nunca me llevaron de pequeña al mar, solo a la piscina.
Lo que más me gusta de nadar en el mar es deslizarme y descomponer la brazada para perfeccionarla y ser plenamente consciente del momento. Disfrutar el instante.
Espero que llegue la primavera para nadar en el mar, no soy tan valiente como tu, sin neopreno. Seguiré entrenado en piscina, espero me sirva.
Creo que me volví a alargarme en el comentario.
Un saludo
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El mar es como la vida, si te gusta el mar. Yo creo que nos tomamos los hobbies como nos tomamos la vida, y los afrontamos igual, o al menos de forma parecida. En nuestro caso es el mar…
Y si te gusta y lo disfrutas, ¿por qué esperar a la primavera? El agua estará a una temperatura más que aceptable hasta enero. No es cuestión de valentía, sino de voluntad, un poco de sacrificio, y aguantar con una sonrisa el primer golpe. ¡Ups, fíjate, como la vida! 😉
Seguro que en tu club hay gente que sale también en invierno; en grupo siempre es más fácil. Ni que sea un ratito; pero si estás un ratito, al día siguiente estarás otro, y luego otro, y otro…
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