
Pese a las legañas (inevitables cuando uno se levanta a las 4.30AM), había visto con toda claridad los pantalanes, ocupados por una treintena de barcas. También a los participantes, desperdigados a la entrada del puerto, mientras se ponían sus neoprenos, su crema para el sol, su vaselina; con la Meda Gran de telón de fondo.
Sin embargo, después de 40 minutos peleando contra unas olas voluntariosas que venían de cara, iba yo nadando y notaba que se me empañaban las gafas. “¿¡Tan pronto!?”, le grité a una gaviota que planeaba por encima. ¡Y justo en la zona donde se empieza a ver el fondo del Parque Natural! Limpié la gafas pero ahí seguía el vaho, pertinaz.
Entonces oí una voz espectral ― o en ese momento me lo pareció ― que decía algo de subir a la barca. Me quité las gafas para escuchar mejor, y ahí seguía el vaho. Que no era tal, ¡sino niebla! Había caído sobre nosotros (con cierta premeditación y alevosía) y no se veía más allá de la proa de la embarcación de delante.
Con buen criterio, la Organización neutralizó la prueba. La decisión aún se demostró más acertada al ver algunas de las barcas de la flotilla volver a puerto: en lugar de enfilar la bocana, se desviaron al menos 45º a babor. No quiero ni pensar dónde hubieran ido a parar de haber quedado en medio de la bahía a merced de Érebo… Nuestra barca no llevaba brújula ni chartplotter; imagino que las demás, tampoco.
En fin, como la niebla se suele levantar con el calor, se decidió una segunda salida a las 10.30h (la primera intentona, no lo he dicho, había sido a las 6.30h). Recortamos unos 10 km en procesión, hasta el cabo de Begur, y allí nos tiramos al agua para nadar el resto del recorrido. Se suponía que, con los acantilados de la Costa Brava por estribor, tendríamos una muy buena referencia para no perdernos.


Pero la niebla tenía otros planes, y estuvo juguetona toda la mañana. Después de unas 2 horas y 15 minutos nadando, volvió a caer sobre nosotros. ¡Nunca se me habría ocurrido avituallar con puré de guisantes! De nuevo nos neutralizaron, y de nuevo formamos procesión, esta vez hasta las islas Formigues.

Allí nos volvimos a tirar al agua (no un servidor: tenía frío y me daba algo de pereza) para nadar unos poco heroicos 2.700 metros hasta la llegada, en Calella de Palafrugell.

¡Pero la parte épica ya la habíamos logrado!: recaudar más de 81.000 euros para la investigación contra el cáncer de mama. Eso era lo importante, y lo celebramos nadando 10 km en tres tramos (Elsa y Xavi; yo me fumé los 2.000 m de después de las Formigues; y Marga e Íngrid nadaron un poco menos).
Antes de empezar, el objetivo era recaudar mucho dinero ― ¡y lo logramos! También teníamos las expectativas altas, ni más ni menos que nadar los 30 km para homenajear a las enfermas de cáncer y a la gente que las ayudan; como resumió una componente del equipo (que prefiere quedar en el anonimato), “el mar nos puso en nuestro sitio”. Pero las aguas abiertas son así, ¡y nos encanta!

Termino con un pequeño vídeo, con las escenas destacadas del día de autos. (Con mis disculpas por la calidad; está claro que nunca seré youtuber…).
Puedes ver los álbumes de fotos de la organización aquí.
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